El revuelo causado por Vicky Dávila con la publicación del video en el cual aparecen el capitán de la Policía Nacional Ányelo Palacios Montero y el exviceministro Carlos Ferro suscitó toda clase de reacciones. Aunque algunas voces se han pronunciado en favor de la periodista, la gran mayoría de los comentarios se centraron en criticarla por la divulgación de ese video, en el cual los dos hombres sostienen una conversación de alto contenido sexual.
Si uno se atiene estrictamente a las imágenes y al audio del clip –que dura unos ocho minutos– no puede deducir que haya ninguna conducta censurable desde el punto de vista institucional, ni nada que constituya un delito. Se trata de dos adultos involucrados en un affaire, que nadie debería juzgar. En cualquier circunstancia –y esta no es la excepción– las preferencias sexuales son un asunto íntimo, sobre el cual los implicados no tienen por qué rendir cuentas ni dar explicaciones públicas.
Así las cosas, el contenido del video no le agregaba nada a la investigación sobre las denuncias que desde más de dos años se vienen haciendo sobre la existencia de una red de prostitución homosexual, conocida como la ‘comunidad del anillo’ en la cual podrían estar involucrados no pocos alumnos de la Escuela de Cadetes General Santander, varios oficiales de rango superior de la Policía Nacional y algunos congresistas de la República.
Aunque las primeras voces de alerta sobre las actividades de la ‘comunidad del anillo’ datan del año 2014, desde hace unos seis meses Vicky Dávila le estaba metiendo el diente con más insistencia al tema, en un hecho que se cruzaba con las denuncias contra la Policía que había hecho la misma periodista por los seguimientos de que eran objeto ella y otros periodistas. Es decir, se trata de dos casos diferentes que, al mezclarse, terminaron convertidos en un explosivo coctel de señalamientos, indirectas, insinuaciones, pataletas, investigaciones y renuncias, que no parecen tener fin ni siquiera con la renuncia de la directora de noticias de La FM.
Como si lo anterior fuera poco, había otra ramificación del escándalo, relacionada con el general Rodolfo Palomino, no sólo por los seguimientos e interceptaciones de comunicaciones de los periodistas, sino por su presunta participación en las andanzas de la ‘comunidad del anillo’ y por otros asuntos por los cuales la Procuraduría le abrió una investigación formal, decisión que finalmente lo obligó a abandonar la dirección general de la Policía.
Una decisión desafortunada
Ahora bien, en cuanto a la publicación del video, buena parte de la opinión y la mayoría de los colegas de Vicky coincidimos en que fue una equivocación garrafal, motivada más por un afán sensacionalista que informativo. Si la idea era aportar algo al proceso, se habría podido hacer alusión al video y a la conversación, en vez de difundirlo todo sin editar.
Hay muchas razones que hacen inexplicable la motivación que tuvo Vicky para emitir semejantes imágenes. Para empezar, si ella –como tanto lo ha denunciado– ha sido víctima de la invasión de su privacidad y la de su familia y sabe el costo que eso significa en términos de tranquilidad, de prestigio y de seguridad, ¿por qué no pensó en la violación de la privacidad y el perjuicio a la familia de Ferro?
También se pregunta uno si la publicación de ese escabroso video estuvo de alguna manera influenciada por un ánimo revanchista de Vicky contra la policía en general y contra el general Palomino en particular, dado el pulso que ambos sostenían desde el año pasado.
Por otra parte, me parece que La FM desperdició una buena oportunidad periodística, pues lo interesante de ese video no estaba propiamente en la cruda conversación de los protagonistas, sino un poco más allá. Si de investigar se trataba, lo lógico habría sido indagar si Ferro y Palacios llegaron a esa situación debido a las conexiones con otros policías o políticos, clientes o integrantes de la ‘comunidad del anillo’.
Aunque creo que cuando un funcionario usa su cargo o jerarquía para satisfacer sus caprichos sexuales su vida íntima deja de ser un asunto personal, este no es el caso, pues el video de marras no contiene nada que involucre al senador en una situación de abuso de poder ni de prostitución. Es más, en las imágenes el hoy capitán Palacios –quien grabó la conversación– no luce como víctima de presión alguna y ellos no hablan de sexo a cambio de dinero, ni de ninguna otra contraprestación. De hecho, el oficial aparece más insistente e incitador que el entonces senador Ferro.
La caída
En fin, por muchas vueltas que uno le de al tema, la conclusión es la misma: en este episodio la autoproclamada periodista–periodista resultó más amarillista que periodista, hecho que sin duda le costó su puesto en la emisora de la familia Ardila Lülle, que por instinto de supervivencia decidió prescindir de ella, después de la desaprobación casi unánime de sus oyentes.
[En una encuesta que hice en Twitter el miércoles en la tarde, la gran mayoría de los 1,665 tuiteros que la respondieron desaprobaron la decisión de publicar el video.]
Por eso se me hace un poco apresurada y sin mucho sustento la teoría que algunos han esbozado sobre la influencia de Juan Manuel Santos en la salida de Vicky Dávila de RCN. Aunque en un foro de la revista Semana el Presidente manifestó su desacuerdo con la difusión del video, sería ingenuo creer que la superpoderosa familia Ardila toma una decisión tan drástica sólo para congraciarse con Santos.
Por el contrario, considero que es lógica la decisión de RCN de apartar a Vicky Dávila de sus micrófonos, pues con esta determinación envían un claro mensaje de que ese tipo de prácticas periodísticas no pueden tener cabida en un medio que se considera serio ni en un país que pretende tener una prensa responsable.
Para los periodistas, esta va a ser una semana de ingrata recordación pero que seguramente nos deja muchas lecciones, no sólo acerca del rigor que se debe tener a la hora de informar, sino de la pulcritud y la responsabilidad que debemos observar al ejercer el oficio más bello del mundo, como bien lo llamaba Camus.