Samper no es santo de mi devoción, pero…

Nadie llega a las cumbres más altas del poder apoyado apenas en unos grandes logros, una sólida formación o a punta de simpatía. Para llegar a la cima también se necesita saber administrar una adecuada dosis de hipocresía con algunas pizcas de maldad y grandes cantidades de pragmatismo. Y si a todo lo anterior se le suma algo de ingenio, son más altas las posibilidades de sobrevivir en ese sórdido ambiente.

En este contexto, Ernesto Samper Pizano es un buen ejemplo de supervivencia; no sólo en sentido figurado. Como animal político que se respete, el expresidente habrá incurrido en prácticas que a uno le pueden causar erisipela, así sean muy comunes en los pasillos del poder, pero eso no basta para creer o afirmar que él sea capaz de mandar matar a alguien.

Antes de mi ingreso a la revista Semana, ocurrido en febrero de 1994, trabajé siete años para El Siglo, por invitación de Álvaro Gómez —alma y cerebro de ese periódico—, quien nunca se metió con mis caricaturas. De hecho, los dos o tres contratiempos que en ese lapso tuve en aquel diario se debieron a la injerencia que en algún momento quiso tener en mis dibujos su hermano Enrique, pero todos se zanjaron con la intervención de Álvaro Gómez, quien siempre estuvo de mi lado y era quien decía la última palabra.

Por eso y otras razones le cogí mucho aprecio y me dolió inmensamente no sólo su asesinato, sino las circunstancias del atentado del cual fue víctima, al salir de clase de la universidad Sergio Arboleda, donde era catedrático, en noviembre de 1995. Y así como lamenté su muerte, me parece injustificable que tras casi veinte años, este caso siga aún sin resolverse.

Sin embargo, en medio de todas las teorías alrededor de la autoría intelectual del magnicidio, creo que la más descabellada es la que —basada principalmente en afirmaciones de paramilitares y narcotraficantes— pretende vincular tanto al presidente de la época, Ernesto Samper, como al entonces ministro del Interior, Horacio Serpa Uribe.

No soy samperista, nunca he votado por él ni lo he apoyado en campaña alguna. Es más: en su momento creí y manifesté que Samper debía dar un paso al costado tras conocerse que el Cartel de Cali había financiado parte de la campaña que lo llevó a la presidencia de la República. No obstante, me niego a creer que él sea capaz de ordenar un asesinato. Y lo mismo pienso de Serpa. Entre otras cosas, tocaría ser muy imbécil para cometer un crimen en el cual uno sería el principal beneficiario y, por consiguiente, el primer sospechoso. Y la estupidez no es una cualidad de la familia Samper.

Es cierto que algunos editoriales de Álvaro Gómez contra el régimen samperista eran demoledores, pero en ese tsunami informativo ocasionado por el proceso 8000 para nadie era un secreto que las verdaderas cargas de profundidad provenían de las investigaciones divulgadas por Semana o El Tiempo —medios mucho más grandes e influyentes que El Nuevo Siglo—, pese a lo cual Samper nunca tomó represalias en su contra.

Por otro lado, es curioso que muchos que se apoyan en las denuncias de esos delincuentes para acusar a Samper, descalifican a otros criminales cuando señalan a otro expresidente por sus vínculos con grupos al margen de la ley.

Después de casi 20 años en los cuales se ha avanzado tan poco, lo deseable sería que la Fiscalía adelantara una investigación seria que ponga fin a las especulaciones, en vez de dedicarse a citar periodistas para elaborar perfiles de la víctima.

Colofón: La rueda de prensa del general Rubén Darío Alzate dejó más preguntas que respuestas, lo cual es explicable si se tiene en cuenta que, antes de comparecer ante los medios, el oficial pasó largas horas reunido con el ministro de Defensa.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s