Doctor Gustavo Petro, su propuesta de construir cerca de 400 viviendas de interés prioritario en zonas de estrato 5 y 6 de Bogotá fue la gota que faltaba para colmar la copa de mi comprensión. Esta nueva idea, sacada del cubilete, es un acto más de demagogia que de gobierno; con mucho de provocación y poco de solución.
No vale la pena entrar en detalles en cuanto a la inconveniencia, la nula planeación y la precipitación que acompañan esta iniciativa suya y que da al traste con una intención que podría ser útil, válida y deseable en condiciones apropiadas. De esos análisis ya se han encargado académicos, arquitectos, urbanistas, políticos y aun concejales cercanos, como nuestro común amigo Carlos Vicente de Roux. Por supuesto, ninguno de ellos lo va a disuadir a usted, pues hacer caso a las alarmas, oír sugerencias, evaluar críticas o analizar observaciones a sus actos no es una de sus fortalezas, Señor Alcalde.
Lo que sí quiero subrayar es que usted sigue haciendo gala de esa improvisación que ha caracterizado su gestión, gracias a la cual buenas ideas han terminado convertidas en grandes problemas. Pasó con el tema del aseo, pasa con el SITP, pasó con los mil jardines infantiles que prometió, pasa con todo… Y va a ocurrir también con sus edificios de apartamentos para desplazados en esas excéntricas zonas de Bogotá.
Hoy, en pleno siglo 21, es indispensable entender que el propósito de una revolución no es luchar por que haya menos ricos, sino menos pobres.
Para variar, a usted parecen no importarle las voces que se han pronunciado en contra de este nuevo y desquiciado plan y dirá —una vez más— que se trata de enemigos suyos enquistados en mafias corruptas o castas antidemocráticas, que no quieren que la Bogotá Humana avance. Pero no; no se equivoque, Señor Alcalde. Su principal adversario no pertenece a ninguna casta, ni es de ninguna mafia: su principal enemigo es usted mismo, con su incapacidad para sintonizarse con la ciudad y comunicarse con su entorno y con gente que le ha querido ayudar, y que sin duda lo desaconsejaría para seguir adelante con proyectos tan absurdos como los que usted tercamente ha querido imponer, con nefastos resultados.
En estos tres años su nivel de obcecación ha sobrepasado cualquier límite y, en consecuencia, usted ve como un éxito su esquema de recolección de basuras, considera ejemplar la reparación de la malla vial y se enorgullece por la mejoría de la movilidad en la capital. Pero ya todos sabemos que las cosas no son así, doctor Petro.
Vuelvo a recordarle, Señor Alcalde, que ya no está en el Congreso, donde es válido darles gusto a sus partidarios y arengar a sus huestes. A usted lo elegimos para que gobernara una urbe entera, donde conviven quienes apoyaron su candidatura, quienes votaron por otros y quienes nunca acuden a las urnas, y su deber es aglutinar voluntades, no ahondar las diferencias ni atizar la lucha de clases, un cuarto de siglo después de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe del comunismo.
Usted insiste en adelantar acciones no para ayudar a las clases populares, sino para fastidiar a la clase alta y promover el resentimiento social y bajo esa perspectiva ha tomado y tomará decisiones erróneas, que quizás le rindan réditos en un corto plazo y le sirvan para llenar la plaza de Bolívar, pero que no serán muy útiles para profundizar la democracia ni para construir una sociedad más igualitaria. Hoy, en pleno siglo 21, es necesario entender que el propósito de una revolución no es luchar por que haya menos ricos, sino menos pobres.
Doctor Petro, es una pena que usted, luego de su brillante trayectoria en el Congreso, haya dilapidado la oportunidad de erigirse en un verdadero estadista y haya escogido el atajo del populismo, que sólo garantiza atraso y miseria.
Colofón: Los taurinos no defienden ningún arte, pues el toreo no es más que una cruenta forma de diversión a costa del dolor de unos pobres animales indefensos.