Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, parlamentar significa “entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia”. Y una de las mejores formas de parlamentar, precisamente, es en los debates, como el de la semana pasada sobre el paramilitarismo, que por desgracia acaparó más la apatía que la atención del país.
Desde el comienzo, se sabía que no iba a ser fácil esta diligencia, promovida en la Comisión Segunda del Senado por el senador del Polo Democrático Iván Cepeda. Los escollos empezaron a aparecer desde cuando la Comisión de Ética del propio Senado, en un concepto carente de lógica, pretendió que en semejante discusión no se pronunciara el nombre de Álvaro Uribe Vélez; decisión que al final no fue acatada por ninguno de los que intervinieron. Menos mal.
Sin duda, hubiéramos querido ver más argumentos –y por qué no decirlo, más mesura– de uno y otro lado, pues en la larga sesión se esbozaron apenas unas pinceladas bastante tenues de un problema que ha dejado inmensos vacíos y profundos dolores en muchas familias colombianas y demasiadas cicatrices en nuestra democracia.
Si queremos de verdad llegar al fondo de todos nuestros males, tendremos que hablar sin dobleces del narcotráfico y su poder corruptor e intimidatorio en cada aspecto de nuestras vidas.
Después de nueve horas, la controversia terminó casi como empezó: sin despertar el entusiasmo del ciudadano de a pie, para quien esa “alegadera” carece de sentido. Y algunos de sus protagonistas estaban en la misma onda. De hecho, varios integrantes de la bancada uribista salieron a decir que en medio de tantos problemas que tiene el país este era un debate innecesario.
Nada de eso: estos debates, más que necesarios, son indispensables para desenmarañar un poco la historia colombiana. Tenemos que conocer la verdad; no para que Uribe “se pudra en la cárcel”, sino para saber qué pasó, cómo pasó, por qué pasó y, sobre todo, qué podemos hacer para que desgracias como estas no vuelvan a inundar el país de miedo, sangre y corrupción.
Y ya que estamos en este proceso de exorcismo el paramilitarismo no debería ser el único tema a debatir. Es muy importante, tal y como lo reclaman muchos, que se adelante también una discusión seria acerca de la influencia guerrillera y los tentáculos de las FARC y el ELN en la política, sobre todo en el plano regional.
Más aún, si queremos de verdad llegar al fondo de todos nuestros males, para sanear esta sociedad en sus distintos frentes, tendremos que hablar sin dobleces del narcotráfico y su poder corruptor e intimidatorio en cada aspecto de nuestras vidas; desde la economía hasta la cultura, pasando por la política, el periodismo, la industria, el arte, el comercio, la finca raíz, etcétera.
Y así como el paramilitarismo no es el único tema pendiente, Uribe no es el único expresidente que debería hablar, ni el único al que toca citar. Entrados en materia, tanto Belisario Betancur como César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana deberían poner la cara, para que nos den sus versiones, para que nos ayuden a construir memoria. Ya se sabe que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla y nosotros no tenemos derecho a hacerles repetir a nuestros hijos y nietos esta historia de desesperanza.
Todos los exmandatarios deberían entender que es hoy cuando necesitamos oír sus voces, analizar sus testimonios, conocer sus vivencias. De nada sirve que escriban abultados y lujosos volúmenes de sus memorias para que sean publicados después de muertos. Que se convenzan de que lo importante no es que los absuelva la historia, sino que ayuden a construir un país con algún futuro.
Colofón. En cuestiones de censura, asfixia económica y persecución al periodismo independiente, si en Venezuela llueve en Ecuador no escampa.
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