La frase “un país tiene el gobierno que se merece” es una ingeniosa máxima atribuida a personajes como Winston Churchill, Abraham Lincoln e, incluso, a Tocqueville, pasando por Maquiavelo, Jefferson y Orwell. Sin embargo, una pesquisa personal me condujo a Joseph de Maistre, ese oscuro personaje saboyano de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, consentido por reyes y zares de la época, a cuyo amparo pelechó toda la vida.
Aunque ignoro en qué contexto el señor Maistre lo acuñó (pero alcanzo a imaginarlo), este aserto ha hecho carrera y es usado recurrentemente por los políticos fracasados, o por sus seguidores, para tratar de justificar o atenuar sus derrotas, pero sin detenerse a analizar a fondo el significado de esa siniestra afirmación.
Aceptar que un país se merece a X o a Y mandatario es condenarse al conformismo, es asumir esa misma actitud cristiana que nos hace creer que no hay mal que por bien no venga y que se manifiesta en otras expresiones del mismo tenor. Cuando algo no nos resulta bien o, peor aún, cuando nos ocurre una desgracia, esa herencia de sumisión nos lleva a decir tonterías como estará de Dios, el Señor sabe como hace sus cosas, Dios aprieta pero no ahorca y otras ridiculeces parecidas que no son sino manifestaciones de mansedumbre, que desde el punto de vista de los gobiernos o las jerarquías religiosas son muy útiles para apaciguar los ánimos y evitar que la gente alce la cabeza. [Vale la pena recordar que el retardatario Maistre era un monarquista convencido y un cristiano furibundo, que consideraba que la Revolución Francesa había sido un engendro del demonio].
a elegir y a corregir.
En este país, por ejemplo, los gobiernos promueven el cuento de que las penurias que se viven en las carreteras o en los pueblos destrozados por el invierno se deben exclusivamente a las inclemencias del clima y casi que nos las presentan como un castigo divino. Esta tesis es pregonada a los cuatro vientos por el presidente de turno, que asume el papel de víctima en vez de tomar medidas efectivas no solo para mitigar, sino para prevenir las consecuencias del impacto climático. ¿Son esos los gobiernos que nos merecemos? Por supuesto que no.
Ningún país se merece un gobierno que hable de virtudes como la honorabilidad y la transparencia sin ponerlas en práctica; como Uribe. Ningún pueblo se merece a un mandatario con ínfulas de autócrata que pretenda acallar como sea a sus contradictores; como Correa. Ninguna nación se merece a un gobernante que use el poder en beneficio propio y de sus amigotes; como Chávez. [El orden de los factores no altera el producto].
Ningún país se merece gobernantes así. Por fortuna, la democracia nos da el derecho a elegir y también a corregir. Así de simple. Y así de complicado.
El asunto está en escoger buenos candidatos (los mejores, no los de siempre) y lograr que la gran masa abstencionista que está en la base (los desperanzados, los indiferentes, los abanderados del «meimportaunculismo», etc) vote por ellos. ¿Cómo? Difícil pero podríamos empezar por la pedagogía que todos y cada uno de nosotros estamos obligados a hacer.
En estos días preciso pensaba en la forma tan relajada en que nos gobiernan, que clima ni que nada, desde la primera inundación el sr presidente debió tomar medidas.
Que buen blog!!
Yo tambien he usado esa frase pero en otro contexto, me dio mucha tristeza cuando Colombia se «merecio» al anterior presidente reeligiendolo, por un tamal, por el lavado de cerebro de RCN o porque sabia y se beneficiaba de lo que hacía… Pero como sociedad nos merecimos esos años por no hacer nada para evitarlo o remediarlo a tiempo. Ojalá no caiga todo esto en el olvido.
¿De qué mecanismos reales y efectivos dota el sistema democrático al ciudadano para que ejerza su derecho a exigir? ¿Las urnas? Creo que no…
Pero Vladdo, Ud olvida lo importante que es el contexto histórico. Cierto es que De Maistre era monarquista y ultra católico, o sea para ponerlo en nuestro contexto, mas godo que el mas furibista que Furibe.
Pero en nuestro contexto histórico en el que llamamos «democracia» a cualquier republica con representación directa (como Francia o Colombia) o representación indirecta (como los E.E.U.U.) cuando la única democracia fué la Atenas de Pericles y ese entable solo aguanto menos de 70 años antes de irse a los mil diablos, al hablar de «tienen lo que se merecen» se debe leer como «eligieron al asaltante de caminos que mejor representa la indiosingracia nacional».