En el lanzamiento del rediseño de la revista Cromos, en 1998, ocurrió la siguiente anécdota, que comparto con los lectores de Havladdorías:
![]() |
• Rediseño de Cromos, a cargo del estudio
Vladdo Danilo Black (1998).
|
La presentación del nuevo diseño de Cromos se llevó a cabo en el edificio de esa revista, a
sólo dos cuadras de Semana. Como es
costumbre, al acto asistieron numerosos invitados de los medios, la farándula y
la política.
Esa noche conocí a Julio Mario Santo Domingo, a quien le
explicaron que yo había sido el asesor del rediseño, y conversamos durante unos
minutos. El empresario, quien estaba en compañía de algunos periodistas y
varios ejecutivos de su organización, no dijo mayor cosa sobre la nueva imagen
de la revista, pero hizo algún comentario amable sobre mis caricaturas en su
periódico, El Espectador [en el cual yo estuve algunos meses, en 1998]. Luego
cambió de tema.
explicaron que yo había sido el asesor del rediseño, y conversamos durante unos
minutos. El empresario, quien estaba en compañía de algunos periodistas y
varios ejecutivos de su organización, no dijo mayor cosa sobre la nueva imagen
de la revista, pero hizo algún comentario amable sobre mis caricaturas en su
periódico, El Espectador [en el cual yo estuve algunos meses, en 1998]. Luego
cambió de tema.
—¿Dónde estamos? —preguntó, refiriéndose a la ubicación
del edificio.
del edificio.
—En la carrera 14 con calle 93 —le respondió comedidamente
alguno de sus subalternos.
alguno de sus subalternos.
—Mmm… ¿Y todo este edificio es de Cromos?
—Sí, señor —le volvió a contestar.
—Mejor dicho, todo el edificio es suyo, don Julio Mario
—le dije yo, como para ponerle algo de color a la charla.
—le dije yo, como para ponerle algo de color a la charla.
Al oír semejante impertinencia, los presentes se quedaron
inmóviles por unos instantes y me miraban con cara de reproche, esperando la
reacción del jefe, pero cuando él sonrió los demás lo secundaron, con una
amabilidad bastante artificial.
inmóviles por unos instantes y me miraban con cara de reproche, esperando la
reacción del jefe, pero cuando él sonrió los demás lo secundaron, con una
amabilidad bastante artificial.
[Extracto tomado del libro Una semana de quince años; Editorial Aguilar, 2009]