Cada vez se hace más evidente la farsa de la entrega del tristemente célebre frente ‘Cacique Gaitana’ de las Farc, realizada en marzo de 2006 y presentada por el gobierno como otro gran golpe a las Farc.
Muchos colombianos quedamos en vilo cuando leímos en la prensa que la estruendosa desmovilización del contingente de las Farc llamado ‘Cacica Gaitana’, hace hoy cinco años, había sido una farsa. Uniformes nuevos, armas de utilería teatral, un comandante de boina roja y cola de caballo al frente de hombres sacados nadie sabe de dónde y presentados como guerrilleros: tal es el cuadro que nos ha sido pintado.
La denuncia, hecha por un ex guerrillero llamado José Alfredo Pacheco y por otro recluso, busca poner en la mira de la Fiscalía al entonces comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, a un general y a un coronel. Y, de pronto, al propio Uribe.
“Había un afán de hacer una acción mediática que influyera en el electorado y en la moral de las Farc”, aseguró el ex guerrillero sobre esa desmovilización, que fue coordinada por autoridades militares y respaldada por la Oficina del Alto Comisionado.
¿Será cierto? Como existe hoy en el país un rentable comercio de testigos, tengo una desconfianza visceral por los que aparecen años después del suceso que denuncian. Así que resolví hacer mi propia indagación.
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Felipe me contó cómo, al frente de 52 compañeros, eludiendo la amenaza de las Farc, se había desplazado desde el cañón de Las Hermosas buscando garantías para su entrega. Luego de recibir a petición suya la visita del coronel Castellanos y de dos enfermeras, y de hablar por teléfono con el Comisionado de Paz, decidió entrar a La Tebaida.
‘Biófilo’ afirma que fue engañado por ‘Olivo Saldaña’, y que el ex comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo y el coronel del Ejército Hugo Castellanos –quien coordinó la entrega– avalaron “algo que era turbio”.
“La mía y la de mis 52 compañeros fue una limpia desmovilización –me dijo–. No hubo farsa alguna. Las armas eran reales.
Ante un fiscal de Justicia y Paz, ‘Biófilo’, que siempre había sostenido lo contrario, admitió por primera vez que al lado de varios que sí eran guerrilleros se desmovilizaron al menos 33 personas que nada tenían que ver con las Farc, entre ellos delincuentes comunes de Bogotá y Pereira.
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Gracias a una casa que dos días antes nos brindó el ejército, pudimos lavar nuestros uniformes.
Los uniformes –dice la versión conocida por EL TIEMPO– los trajo Álvaro Agudelo y los restregaron contra piedras para que se viera el desgaste.
Ahora bien, puedo responder por mis compañeros y no por los 10 hombres –supuestas Milicias Bolivarianas– que aquel día hizo llegar Olivo Saldaña con su hermana”.
Según el guerrillero, se pagaron entre 800 mil y un millón y medio de pesos para juntar gente. Y a él particularmente le habrían ofrecido sacarlo del país. Los últimos ‘colados’ llegaron al sitio (La Tebaida, Quindío) con Rocío, hermana de ‘Saldaña’, y –dice Biófilo– “eran los que estaban más perdidos en todo”. Allí llegaron varios menores de edad reclutados en Bogotá.
Todo esto se lo contó Felipe, durante seis horas, a una redactora de Semana. Pero el editor de la revista no tomó en cuenta lo referido por él. Prevaleció la primicia mediática, el vistoso show del falso contingente guerrillero. No hay duda: la desinformación disfrazada de información es otro problema nacional.
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